sábado, 26 de noviembre de 2011

Soluciones locales contra el cambio climátic (PERIODISMO HUMANO)

Cuando los proyectos hortícolas financiados por donantes internacionales fracasaron en la aldea de Kalacha, Kenia, la comunidad local propuso sus ideas. Funcionaron.


“Cuando la horticultura fue introducida por varias organizaciones no gubernamentales hace cinco años, realmente nos entusiasmamos, porque iba a ser una alternativa a nuestro estilo de vida pastoril, que ya estaba amenazado por las cambiantes condiciones climáticas”, explica Abdi Tuya, residente de Kalacha. “Pero mucho tiempo antes descubrimos que todo era inútil, porque los monos y otros animales se comían las cosechas”, agregó.
Sin embargo, después de consultas con miembros de la comunidad, el Programa de Investigación de Tierras Áridas y Semiáridas (KASAL, por sus siglas en inglés), del Instituto de Investigación Agrícola de Kenia, descubrió que la comunidad ya tenía una idea mejor. “Insistieron en que querían usar el agua y la tierra para cultivar pasto y así alimentar a sus cabras y camellos desnutridos, especialmente durante la sequía”, desarrolla el director de KASAl, David Miano.
La Provincia Nororiental siempre ha sido una zona árida, y el cambio climático ha hecho a las lluvias más erráticas. El gobierno estima que más de 50 millones de animales domésticos en la zona corren riesgo de morir, mientras más de 1,4 millones de personas necesitan urgentemente ayuda alimentaria por causa de la sequía. Ante esto, los residentes de Kalacha propusieron que el agua de un manantial hallado en el desierto fuera usado para irrigar pasto autóctono, que podría ser empleado como forraje.
“Esto obligó a nuestros científicos a iniciar una nueva investigación para identificar los diferentes tipos de pastos autóctonos que fueran tolerantes a las sequías y que tuvieran valor nutricional suficiente para alimentar a los animales”, contó Miano. Y ahora, dos años después, los agricultores se jactan de haber salvado a miles de animales que habrían sucumbido por la última sequía en el Cuerno de África.
“El cultivo de pasto es lo mejor que me ha pasado. Todos los animales desnutridos son llevados a los pastizales para engordar. El año pasado pude salvar 80 cabras que estaban sucumbiendo ante la sequía”, dijo Tuya, dueño de 450 de estos animales y 15 camellos. Antes, la única opción habría sido sacrificar a los animales.
Historias exitosas como la de Kalacha convencen a los expertos que África debería buscar sus propias soluciones para adaptarse al recalentamiento planetario. Esto toma más relevancia cuando se acerca la 17 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se realizará entre el 28 de este mes y el 9 de diciembre en la oriental ciudad sudafricana de Durban. “Debemos aceptar la realidad de que, no importa cuán exitoso pueda ser un proyecto en un área, no significa que pueda ser aplicado en otra, aun si las características climáticas y geográficas son las mismas”, señaló el presidente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), Rajendra Kumar Pachauri. “Por ejemplo, proyectos con gran impacto en Mongolia podrían no tener éxito en África”, añade.
El funcionario señaló que las instituciones de investigación debían concentrarse en soluciones autóctonas. “La investigación debe ser relevante para las necesidades locales, debe ser más práctica y estratégica”, subrayó Pachauri. Los expertos han llegado a esta conclusión luego de que varios proyectos de adaptación en África demostraron ser irrelevantes para los problemas locales.
Un ejemplo fue la introducción del mezquite (Prosopis juliflora), arbusto nativo de México, América del Sur y el Caribe que se esperaba cubriría varias áreas secas y terminó siendo dañino para los residentes.
En Etiopía, estudios indican que el arbusto tuvo un impacto negativo en la seguridad alimentaria de la población, particularmente en la norteña región de Afar, donde se extendió a tierras cultivables.
“Aunque al árbol lo usamos para combustible, para fabricar vallados, para la construcción y para hacer carbón, estaríamos felices si alguien nos enseñara a erradicar el Woyane hara (nombre local del mezquite)”, dijo  Ato Kebele, residente de Afar y quien trabaja en Addis Ababa, la capital etíope. “Nos gustaría cultivar árboles autóctonos en lugar de este enemigo”, dijo.
En Kenia, los residentes del condado de Baringo, en la región del Valle del Rift, presentaron una demanda en 2007 contra la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Los residentes dijeron que, luego de que la organización introdujera el arbusto, también conocido como Mathenge, éste se propagó a sus granjas y afectó los dientes de sus cabras. Como evidencia presentaron a los animales desdentados.
La justicia declaró al árbol nocivo y ordenó que lo gobierno lo destruyera y creara una comisión para evaluar los daños y compensar a la comunidad.
Sin embargo, Alexander Alusa, consejero sobre cambio climático en el gobierno keniano, alertó que, aun cuando se buscaran soluciones autóctonas a los problemas de África, se necesitarían políticas coherentes y unificadas para que sean efectivas.
“En Kenia, por ejemplo, el gobierno que le concedió a poblaciones locales parcelas en el bosque de Mau, a través del Ministerio de Tierras, es el mismo que lucha por proteger las zonas forestales a través del Ministerio de Ambiente. Si se armonizaran las políticas, no habría confusión”

Dylan Ratigan hablando claro

Miren este video:

http://www.youtube.com/watch?v=wb9qK7LF7kA&feature=player_embedded

domingo, 6 de noviembre de 2011

¿Para qué escribir?


El primer día que supe que no me quería morir, 
cuando empecé hablar del tiempo 
y pensé que ya no era un niño 
que vivía sin calendario, eterno, 
entonces me hice mayor. 

Cuando recordaba en sueños mis paseos infantiles 
y mis mañanas despreocupadas, 
entonces me hice viejo. 

Cuando recordaba los sorprendentes capítulos de mi vida 
en los que era el protagonista principal 
y los escribía como si fuera otro, 
entonces pensé en escribir.

martes, 1 de noviembre de 2011

El juego del “Pilla-pilla”


¿Se acuerdan del juego de persecución del “Pilla-pilla”? ¡Era tan simple! Quizás por eso resultaba tan divertido.
Sencillamente se jugaba así: se delimitaba un terreno aproximado (si era demasiado grande no tenía gracia), en él se adentraban todos los participantes y uno de ellos empezaba a pillar. La mayoría de las veces la elección del primero era del todo injusta: llegar el último, ser gordo, llevar gafas, o no ser de la panda. Entonces todos corrían burlando al que pillaba para incitarlo, más o menos como hacen los picadores con los toros, de manera que el gordo de turno diese lo mejor de sí mismo. El novato corría intentando pillar a alguien, y en eso residía el divertimento. Cuando conseguía tocar a uno, se daba el relevo, y el juego de velocidad, reflejos y burla continuaba. Más problemas había cuando este primero, dejándose la piel, se disponía a atrapar a uno de los de la panda para ganarse el respeto del resto. Entonces, cuando los dedos del vecino recién llegado estaban a punto de atraparlo, éste daba un salto, se subía a un banco, y haciendo un mix entre el Pilla-pilla y la Peste Alta gritaba: “¡¡Casa!!” Si los de la panda consentían la canallada y aceptaban la regla improvisada, el gafúo tenía que sudar un poco más antes de pasar al otro lado.

Yo me acuerdo a menudo del juego del Pilla-pilla. Me divierte. Será porque encuentro un sinfín de paralelismos, y creo que de alguna manera todos, aún de grandes, seguimos jugando al Pilla-pilla. No quiero pasar a la analogía, demasiado facilona, de comparar lo que sucedía en los patios asfaltados de los apartamentos de verano con lo que ocurre actualmente en el panorama mundial. Ni los canallas “abusananos” de la panda son comparables a los directivos del Fondo Monetario Internacional, la WTO (Organización Mundial del Comercio), o la Banca Mundial. Ni tampoco los gordos, ni “los pringaos”, ni los que llevaban aparatos (antes de que las estrellas pre-adolescentes los pusieran de moda) se pueden comparar con los refugiados saharauis, las niñas filipinas que cosen hasta quedarse ciegas, o las sociedades indígenas que desaparecen con la deforestación del Amazonas, aunque nos lo recuerde.
Olvidemos al niño cabrón que se inventa las reglas porque sencillamente juega en casa. Quiero ir al significado profundo que tenía pronunciar “¡¡Casa!!”. El subirte a algo y pronunciar ¡¡Casa!! suponía estar a salvo, poder respirar durante unos segundos, aliviado y protegido, para poder salir corriendo hacía otro lugar con aliento renovado.
¡Qué pedagógica me parece ahora esa palabra: ¡¡“Casa”!! Es casi mágica.
Piensen ahora cuántas veces, durante el último mes, no hubieran pronunciado ustedes la palabra mágica de haberla recordado. Poder detener el tiempo, encontrar un lugar interior donde levantar la cabeza, analizar con una mirada la situación a su alrededor, coger aire, y lanzarse de nuevo al juego. Ahora, en este periodo asfixiante, rodeados de situaciones y dirigentes infames, me parece que tomarse la vida como un juego sea una decisión tan temeraria como acertada. Sólo quiero que piensen en que, nos guste o no, ya estamos participando en el juego. De ahí que en estos días me pregunte: ¿Dónde está mi “¡¡Casa!!”? 
Piensen en ello, piénsenlo...