sábado, 14 de junio de 2014

Animales vivos

Hay animales que viven la vida para saciarse, otros que viven la vida para observarla. Estos últimos a menudo se quejan y quieren cambiarla. Los primeros la aceptan y se zafan de ella, casi se diría que la aman cuánto la desprecian. Los segundo hablan mucho sobre la vida y sobre ellos mismos, la interpretan y se extrañan soñando; los primeros no se detienen ni atienden, hablan por ella y la pelean... pero todos, bajo un mismo cielo, viven sus vidas diferentes como si fuera la última.

A mi amigo Víctor.

Eppur si muove

Un autobús de línea urbana, donde vibran las ventanas, sigue sin llegar a desmontarse, su recorrido. Viajeros sin pudor, duermen desarmados y con la boca flácida. Fuera la vida, con su ritmo nocturno y enfermizo. Miradas ávidas y vestidos áereos se buscan y se desprecian, alimentando un hambre soez, hincando la espina clavada. Aquí adentro el desaliento, la jugada perdida, el rímel exagerado, el ardor de estómago. La noche acontenta a pocos, genera entradas a muchos y saca a pasear la carne, la risa forzada, el gran espectáculo del vacío a pleno rendimiento: c'è niente dappertutto, ovunque. Se respira nada, se palpa nada, incluso las cosas reales, de noche, se esconden y envilezen tras sutiles telas tejidas de necedad, de puro vacío. Desde el autobús nocturno todo se muestra en su estado más crudo e insignificante. Se oye entonces una voz dulce y ensayada de locutora de radio que consuela a la mujer que llora al otro lado de la línea, al otro lado; y desde aquí adentro resulta complicado, exagerado, pensar en la vuelta a casa, en el momento de mirar el reloj y enfrentarse al sonido irritante de las llaves, al clack hueco de la cerradura (como el estallido sordo de una grieta), a la bocanada de aire para atravesar el umbral, a la imagen ofensiva de la cama sin tu almohada, a la rutina de la higiene mecánica, al cepillo de dientes sin risas, enfrentarse al espejo donde se refleja nada, toda la nada. Pese a todo, como el autobús, sorprendentemente todo avanza...y repito eppur si muove.

sábado, 7 de junio de 2014

Te acompañaría por la calle de la vía enterrada

Y si empezara a escribir quizás estaría meses, o quizás años. Superando el tiempo, me escondería entre las letras y te hablaría sin miedo a perderte hasta quedarme sin palabras, en ese punto en el que una mirada expresa todo el vacío del interior. Te cogería de la mano, como en mis sueños, y te acompañaría por la calle de la vía enterrada, miraríamos los cactus y el olor de los limoneros nos abrazaría en una sonrisa cómplice. Tus temores pasarían de mi mano a mis pies, y a cada paso se quedarían pegados al alquitrán caliente del verano, para no volver más. Nos miraríamos como al principio, llenos de futuro, y bastaría un beso para sellar algún sonido que pretendiera romper la belleza y la totalidad del silencio. Un silencio eterno ante el mar, solo sintiendo tu mano encima de la mía. Tu piel encima de la mía, tu aliento cerca del mío, casi sin espacio para respirar; nuestras sienes juntas, mirando hacía adelante, mirando la línea efímera que separa el mediterráneo del cielo que, anochecido, nos devuelve nuestros miedos. Pero con cada ola iría un suspiro y el alma poco a poco se liberaría de pretensiones, y aprenderíamos a vivir en presente.