Lo necesario era volver a la niñez. No
para realizar un ejercicio de autoanálisis, ni para descubrir algún
trauma o momento decisivo en la elaboración de mi identidad. Lo
necesario era volver a ser niño. Desaprender el odio como un
recurso, desmembrar la nostalgia, vivir en presente, dar el futuro
por descontado, dejar de usar los pretéritos, sólo el presente, ni
siquiera el subjuntivo: ninguna posibilidad, nada de creencias, ni
opiniones, ni deseos, ni anhelos.
La espontaneidad, la risa y la
confianza de un niño. El ansia por el descubrimiento, la eterna
sorpresa, la incombustible esperanza, con la única certeza de no
saber aún demasiado. Enamorado de la vida, a cada instante, en cada
instante: pura vida.
Decidido a mantenerme en la incomodidad
del presente, por falta de entrenamiento usaré primero el futuro
simple, pasando progresivamente por el gerundio, más tarde voy a
pensar en un futuro casi inmediato, y casi sin darme cuenta, ya
soy...hablo...vivo: el presente.