LUCHA DE CLASES
Un hombre, con la tenacidad y la esperanza
absurda y suicida que puede caracterizar a un Hombre, un hombre sólo ante su
saco, se prepara.
Al otro lado del mundo otro hombre, con la soberbia y
el miedo y la osadía que caracteriza a un Hombre, clava la vista en la pera
fija, la golpea y también se prepara.
Un hombre como otro cualquiera que piensa en su futuro
y se prepara duro.
Un hombre, como otro, que se mira los brazos fatigados
y teme encontrarse un día una montaña más grande que él.
Los dos hombres sudan y sufren y piensan que entrenar
duro será suficiente para ganar el último combate.
Una década más tarde una luz sale de los baños y
atraviesa a uno de nuestros hombres proyectando su sombra en el ring, sin
público, sin mujeres ni micro, tan vacío como la casa que le espera después del
último entrenamiento. Se sienta en la banqueta, este hombre, y piensa en el otro
hombre, al otro lado del mundo, preparando la maleta de viaje con la misma
ceremonia, frialdad y desesperación con la que unas gotas de sudor resbalan por
su nariz y revientan contra el suelo.
En medio del combate, nuestro hombre, en el día de su
vida, se queda absorto y confirma, tras dos golpes secos y sordos, que frente
él hay otro hombre.
Otro hombre idéntico en fiereza.
En un impás, nuestro hombre que está bailando como una
mariposa y golpeando fuerte, ve en los ojos de su hombre el mismo desasosiego
nocturno, la misma furia contra el mundo, el mismo miedo.
Pero el espectáculo sigue y no se detiene y ninguno de
ellos siente ya dolor.
En una de las veces, cuando los luchadores caen
rendidos en un abrazo, a nuestro hombre, sintiendo todo ese cuerpo enorme apoyado
en el suyo, le vienen ganas de llorar y se acuerda de su mamá y se siente muy
solo.
El hombre, ahora, siente entre sus brazos, además del
peso ajeno, todo el peso del mundo. Y entonces, sin saber de dónde le viene esa
rabia, da un paso atrás, despliega su brazo en una estética magistral y le
parte la nariz a su rival.
Aquel hombre, el rival, cae por fin a la lona, el
público explota de euforia y de terror mientras toda la humanidad de nuestro
último hombre se arrodilla…
….más derrotado que nunca.
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