miércoles, 18 de mayo de 2016



LUCHA DE CLASES

Un hombre, con la tenacidad y la esperanza absurda y suicida que puede caracterizar a un Hombre, un hombre sólo ante su saco, se prepara.

Al otro lado del mundo otro hombre, con la soberbia y el miedo y la osadía que caracteriza a un Hombre, clava la vista en la pera fija, la golpea y también se prepara.

Un hombre como otro cualquiera que piensa en su futuro y se prepara duro.

Un hombre, como otro, que se mira los brazos fatigados y teme encontrarse un día una montaña más grande que él.

Los dos hombres sudan y sufren y piensan que entrenar duro será suficiente para ganar el último combate.

Una década más tarde una luz sale de los baños y atraviesa a uno de nuestros hombres proyectando su sombra en el ring, sin público, sin mujeres ni micro, tan vacío como la casa que le espera después del último entrenamiento. Se sienta en la banqueta, este hombre, y piensa en el otro hombre, al otro lado del mundo, preparando la maleta de viaje con la misma ceremonia, frialdad y desesperación con la que unas gotas de sudor resbalan por su nariz y revientan contra el suelo.

En medio del combate, nuestro hombre, en el día de su vida, se queda absorto y confirma, tras dos golpes secos y sordos, que frente él hay otro hombre.

Otro hombre idéntico en fiereza.

En un impás, nuestro hombre que está bailando como una mariposa y golpeando fuerte, ve en los ojos de su hombre el mismo desasosiego nocturno, la misma furia contra el mundo, el mismo miedo.

Pero el espectáculo sigue y no se detiene y ninguno de ellos siente ya dolor.

En una de las veces, cuando los luchadores caen rendidos en un abrazo, a nuestro hombre, sintiendo todo ese cuerpo enorme apoyado en el suyo, le vienen ganas de llorar y se acuerda de su mamá y se siente muy solo.

El hombre, ahora, siente entre sus brazos, además del peso ajeno, todo el peso del mundo. Y entonces, sin saber de dónde le viene esa rabia, da un paso atrás, despliega su brazo en una estética magistral y le parte la nariz a su rival.

Aquel hombre, el rival, cae por fin a la lona, el público explota de euforia y de terror mientras toda la humanidad de nuestro último hombre se arrodilla…

….más derrotado que nunca.

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